martes, 23 de noviembre de 2010

Tortugas, zanahorias y conejos

Hay diseñadores expertos en cartelería, en identidad, en mobiliario o en Packaging, entre otros, auténticas lumbreras en su materia que pueden hablar horas sobre la excelencia de la rama del diseño en la que han decidido posarse, pero cualquiera de ellos dudará si se les pide que expliquen qué es el diseño.
Existen tantas definiciones como diseñadores, y cada una tan acertada como errada. Ninguno de nosotros es capaz de definir aquello que conocemos tan bién y de lo que hemos hecho nuestra vida.
Ante tanta duda, acudí como de costumbre al diccionario de la R.A.E. para ver qué encontraba y esto es lo que me mostró:

Diseño:
      (Del it disegno)
      1. m. Traza o delineación de un edificio o de una figura.
      2. m. Proyecto, plan. Diseño urbanístico
      3. m. Concepción original de un objeto u obra destinados a la producción en serie. Diseño gráfico, de modas, industrial.
      4. m. Forma de cada uno de estos objetos. El diseño de esta silla es de inspiración modernista
       5. m. Disposición de manchas, colores o dibujos que caracterizan exteriormente a diversos animales y plantas.

Tal y como me temía, la consulta sólo sirvió para afianzar mi creencia de que el diccionario es una especie de viajero en el tiempo que nunca consigue alcanzar al presente.
Continúo sin resolver una duda que probablemente me acompañará siempre pero que ha quedado algo más disuelta después de una reciente experiencia.

Todo aquél que se atreve a adentrarse con un automóvil en una ciudad como Madrid, sabe que encontrar una plaza de aparcamiento libre es una tarea digna de titanes, y de ahí que sea una opción segura recurrir a un aparcamiento de los muchos que horadan la ciudad.
Estos son lugares inmensos, donde reposan cientos de vehículos, cada uno en una plaza igual a la anterior y a la siguiente, por lo que es difícil distinguir una de otra y por tanto memorizar en qué lugar se aparcó el coche. 
Es normal que al regresar a por el auto, el conductor no recuerde dónde este le espera entre tanta planta y tanta plaza. En algunos casos cada planta responde a un código de color, con lo cual es más fácil encontrarla, y para llegar a la plaza de aparcamiento puede uno accionar el mando a distancia para que el vehículo responda con un pitido como un perrito que reconoce a su amo, pero reconozcamos que no es una forma muy ortodoxa de orientarse.
Pues bien, recientemente accedí a un aparcamiento de Madrid y me topé con una solución al problema ingeniosa e incluso divertida que puede solucionar el problema de recordar la planta dónde se dejó el coche, lo de la plaza ya corresponde a la memoria de cada cual.
Este aparcamiento tiene tres plantas y a cada una de ellas se le ha asignado un color, pero como eso no suele ser suficiente, en cada una de ellas, allí donde aparece el número señalizador, encontramos un pictograma.
En la primera planta, por tanto la más superficial, nos encontramos con una tortuga, en la siguiente planta vemos una zanahoria, y en la más profunda un conejo.
Son pictogramas sencillos, plasmados en la pared rugosa a golpe de espray y plantilla, a veces con los bordes difusos pero no por ello menos efectivos.
Qué fácil es ahora recordar si nuestro coche está aparcado junto a una tortuga que anda por la superficie, junto a una zanahoria poco enterrada o al lado de un conejo que cava profundos túneles. Los diferentes pictogramas permanecen en nuestra memoria pues tienen una fuerte pregnancia visual.
Sé que no es el único aparcamiento que ha recurrido a este tipo de recursos, ni será probablemente el primero, pero es el que yo he conocido.
Esto que aquí cuento es, para mí, un claro ejemplo de diseño del bueno.
El diseño no es adorno, no es ornamento vano que va allí dónde lo dirigen las mareas de la moda, es forma pero sobre todo es función. 
El diseño es, ante todo, una forma de aportar soluciones a problemas cotidianos, y esas soluciones pueden ser gráficas como en este caso o de cualquier otra índole. El diseño es utilidad al contrario del arte al que le corresponde el privilegio de buscar la belleza por la belleza. 
El diseño, qué duda cabe, puede y debe ser belleza, pero sin dejar de lado su fin principal, el de aportar la solución a un problema, el de contribuir a mejorar la vida, la sociedad en sí, lo cual no es tarea vana pero que se consigue poco a poco, a golpe de tortugas, zanahorias y conejos.


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