sábado, 18 de diciembre de 2010

Logoglíficos.

Desde hace un tiempo, todo el mundo en este país necesita o cree necesitar un logotipo, una identidad gráfica representativa, una imagen que sea su sello.
Ese repentino interés por la identidad corporativa se debe en gran parte al trabajo de los diseñadores que, machacando insistentemente con la importancia que ese aspecto tiene para una empresa, porque es cierto y por conveniencia económica para nosotros, hemos conseguido una cierta concienciación, aunque aún hay mucho camino por delante.
Pero no sólo las empresas sienten esa necesidad, el interés por la identidad gráfica se ha extendido a particulares y entidades variadas, entre ellas algunas tan ambiguas  y de identidad tan difusa y mutante como las ciudades, comunidades autónomas y demás ámbitos geográficos.
Quizás porque el lenguaje de las banderas les resulta caduco, quizás por la necesidad de distinguirse del resto para pregonar de ese modo la excelencia de un municipio o región en estos tiempos de chauvinismo por decreto, el caso es que de un tiempo a esta parte no hay zona geográfica que no disponga de un logotipo.
Mientras que los ayuntamientos acostumbran a recurrir a versiones sintetizadas de sus escudos históricos que en muchas ocasiones acaban por divergir del significado original de la marca heráldica, las comunidades autónomas difieren en el motivo principal de su marca gráfica pero con orígenes similares.
Las comunidades de Galicia, Asturias, País vasco, Navarra, Cataluña, Cantabria, Valencia, Murcia y Castilla-La Mancha recurren a su escudo o a una parte de él. Aragón y Andalucía se sirven de una versión más o menos sintetizada de su bandera Mientras que La Rioja y Madrid se salen de la tónica.
La Rioja usa como símbolo una recreación esquemática de su paisaje, como lo hiciera Asturias en su famoso y acertado logotipo de promoción del turismo, y Madrid definitivamente prescinde de todo esto y se decide por un logotipo que pretende destacar por originalidad y simbología, aunque en mi opinión está lejos de conseguirlo.
Para quien no lo conozca, este el logotipo de la comunidad de Madrid:

Una solución básicamente tipográfica que juega con el color rojo de la bandera incorporándolo (junto a las siete estrellas) a la letra capital del nombre de la comunidad.
Todo el mundo entiende por qué hay una M mayúscula en el logo, pero poca gente entiende por qué es precedida por otra M inclinada noventa grados hacia la izquierda.
Mi trabajo como diseñador hace que los no avezados en las disciplinas del diseño me tomen a veces por una enciclopedia andante, los que lleva a los que me rodean a consultarme sobre cualquier duda relacionada sobre el diseño que les surja y que muy a menudo respondo después de dar una vuelta por Internet o por mi biblioteca. Entre esas preguntas, una de las más frecuente es ¿Por qué esa m girada?
Pues bien, la respuesta está en el mismo logotipo, más concretamente en el baseline (frase al pie) que lo acompaña "La suma de todos" ya que la M, al girar se convierte en el signo sumatorio, y de este modo un logotipo tipográfico se convierte en una fórmula matemática.
La idea es buena en su origen, puede ser una forma de resaltar el lema de la comunidad, pero desgraciadamente no es apropiada.
La comunidad de Madrid tiene una pirámide de población regresiva en forma de bulbo, lo que indica que la mayoría de su población roza los 70 años. Bien, de todos esos habitantes ancianos en su mayoría, ¿Cuantos conocerán el signo sumatorio y su significado?
El signo, que no es otro que la letra griega sigma mayúscula, se da a conocer en la enseñanza reglada cuando se comienza a estudiar estadística, acabada la enseñanza primaria o básica. ¿Cuantas de las personas que habitan en la comunidad llegaron a estudiarlo y cuantas de las que lo hicieron lo recuerdan?.
Resulta contradictorio el intento de representar el concepto de que la comunidad resulta de la suma de todos sus habitantes, si susmismos habitantes no conocen e identifican la forma en que se hace. Es ahí donde radica el grave error de un logotipo por otro lado correcto e incluso diferente, en usar un elemento que no es entendible por aquellos a los que va dirigido, lo que le otorga un carácter elitista contrario a la idea que quiere transmitir.
Los símbolos que acompañan a los logotipos no tienen por qué ser entendibles. Pocas personas conocen el significado del logotipo de BMW (Las aspas de la hélice de un avión en movimiento), el de Nike conocido como swoosh ( Un ala de la diosa griega de la victoria, Niké) o el de Apple (La Manzana de Newton), pero su conocimiento no es preciso para la asimilación del logotipo, lo cual se produce generalmente por saturación, cuando el logotipo se convierte en un elemento cotidiano aceptado por quien conoce su significado y por quien no a base de verlo casi a diario. 
En el caso del logotipo de la comunidad de Madrid lo que le da sentido es un símbolo que lo explica y lo conforma, pero que no es identificado por la mayoría de los que lo usan o contemplan, de este modo deja de ser la suma de todos para reducirse a un máximo común divisor, por citar un algoritmo excluyente cualquiera. Un logotipo que no es la suma de todos sino la resta de unos pocos.
La afición por los logotipos jeroglíficos debe ser algo común en la Comunidad de Madrid como ya se demostró con otro logotipo, el destinado a la promoción turística de la comunidad en el extranjero, que también obedece a una idea jeroglífica. No es una mala idea, al menos para países anglosajones, no sé como funcionaría en Francia, por ejemplo, pero su resolución gráfica y tipográfica es lamentable.

En fin, esto de los logotipos o sus aplicaciones fallidos debe ser patrimonio de Madrid, no hay más que ver la desastrosa aplicación del logotipo del ayuntamiento, si es que se puede hablar de una aplicación real, pero eso ya es tema para otra entrada.

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