lunes, 18 de febrero de 2013

Incoherencia institucional


Las consejerías de transporte y sanidad de la comunidad de Madrid emprendieron recientemente una acción conjunta para la realización de una campaña informativa que enseñara a los usuarios del metro a reconocer los síntomas de un Ictus o Infarto Cerebral para de esta forma poder prevenirlo con mayor eficacia.
Una idea como esta me parece digna de aplauso e imitación. Se cuenta por miles el número de personas que a diario utilizan el transporte suburbano y el crear una campaña para que puedan a reconocer y de ese modo prevenir un infarto cerebral es una iniciativa que puede ayudar a salvar muchas vidas, si la campaña realmente llega a los usuarios, claro está, cosa que dudo seriamente después de conocerla.
Para llevarla a cabo, se han distribuido por los andenes y los trenes unos carteles informativos, a su vez se han insertado en las emisiones del canal televisivo interno unos pequeños anuncios que se apoyan en la información gráfica presente en los carteles, la auténtica madre de este cordero.
El cartel es uno de los peores que puede haber visto en mucho tiempo el que suscribe estas líneas.
La gama cromática del cartel no llama la atención de ningún usuario, por regla general apresurado para alcanzar algún tren o la salida. No hay en él ningún elemento significativo que retenga la mirada, no hay una fotografía o motivo principal sino un batiburrillo de tipografías y monigotes que igual parece anunciar una campaña médica que las ofertas de un supermercado de barrio.


El cartel

En la parte superior del cartel se explica la importancia de reconocer el ictus, y se hace con una tipografía en dos colores con un cuerpo tan pequeño que no puede llamar a atención a nadie. 
Bajo ese texto, tres ilustraciones intentan explicar los síntomas, pero su calidad es tan mala que sólo pueden dar lugar a error y confusión, cuando no mofa y burla. 
Dudo mucho que hayan sido encargadas a algún profesional de la ilustración pues su aspecto es el de cliparts de banco de imágenes gratuito o de ser obra del sobrino del político de turno.
Para asegurarme de que realmente eran ininteligibles y no figuraciones mías, pregunté a un niño de 12 años qué creía que representaban. Según él, el primero de los personajes sufría de malos olores en la axila, el segundo acababa de eruptar, y la tercera era una señora mayor guiñando el ojo para ligar (Palabras textuales suyas), cuando en realidad deben representar fuertes dolores en el brazo, hablar sin sentido y torcer la boca.
Cada cual podrá interpretar lo que quiera al ver las imágenes pero desde luego no aquello que pretenden.
El resto del cartel es un totum revolutum de cliparts, textos inclinados sin sentido, jeroglíficos que sustituyen palabras por iconos, siluetas grotescas y, por supuesto, los logotipos institucionales a un tamaño que casi alcanza al de las ilustraciones. 
En definitiva, esta es una nueva muestra (y las que vendrán) de la incoherencia de las instituciones al servirse del diseño para sus fines pero hacerlo de la peor forma posible, recurriendo a trabajos de pésima calidad no realizados por un profesional que lo único que hacen es, como en este caso, echar al traste una campaña loable. 
El diseño de este país está herido de menosprecio y minusvaloración por diferentes motivos, pero sobre todo por el uso que de él hacen las instituciones. Sus diferentes usos del diseño acostumbran a llegar a mucha gente, y si lo hacen de esta forma tan lamentable difícilmente el diseño gráfico será valorado en España como lo es en la mayoría de los países europeos. Aquí seguirá siendo lo que hace el sobrino del jefe, el que tiene un cursillo de word por el Inem.


Los políticos de turno haciéndose la foto con los logotipos, muy grandes, al fondo.

Ah, pensaba hablar de los carteles del carnaval madrileño, pero me contengo que el médico me ha prohibido las emociones fuertes.